Un Espejismo real

Después de un tiempo de vagar en el desierto, sabia que alguien me guiaba, pero ¿cómo podía admitir que no era yo el que hacía y elegía mi destino? 

Pero llegó el momento de una caída, pero no fue suficiente, caí otra y otra vez. No me daba cuenta de que eran avisos para que parase y observara que el mundo existía. No el mundo que yo creía que gobernaba a mi antojo, sino que me aleje total y absolutamente de la relación con las almas de los demás ya sean las personas, los animales.

Una mañana quedé sorprendido pues me di cuenta que los pájaros cantaban, y recordé que desde que era pequeño no los había vuelto a escuchar. Más de cuarenta años ignorando esta maravilla, todo se acercó a mí con cautela, en silencio, con armonía. Me empecé a acercar a los míos, a observarlos de otra manera, a saber que había gente a mi alrededor, en todos los sitios. Que no necesitaba huir constantemente buscando no se sabe qué, a ser feliz sin tener que estar inmerso en el consumismo, comprando cosas. Que una vez que las tienes no son la solución y pierden su valor. 

Desde ese desierto que me cegaba vi un camino diferente. Entré en él y todo era natural, bonito, y seguí andando sin mirar al desierto que dejaba atrás, sintiendo que muy poco a poco iba desapareciendo y teniendo cuidado porque tenia mucha fuerza. Costaba mucho avanzar, (EGO). Llegue un día hasta un lugar en el cual me senté bajo una morera centenaria con mi perra para descansar. Los dos estábamos a gusto, cuando de una casa baja salieron unos seres maravillosos que se acercaron a mí. Solo con su presencia me inundaron de amistad y de cariño. 

Uno de ellos me estuvo guiando mucho tiempo sin yo darle importancia y menospreciando su actitud maravillosa de guía de mi alma y cuerpo. Aun viviendo con ella mucho tiempo, desde ese momento no miré más para atrás y olvidé por completo ese desierto que tanto daño había echo a los míos y a mí. Y me marche con ellos. Fue y es maravilloso, pues sigo con ellos y además sigo conociendo a más seres estupendos aquí y en otras partes del mundo. Pues gracias a Dios son muchos, y todo se lo debo a ellos y a ella que me sigue guiando en este nuevo camino que con la ayuda de todos espero nunca dejar, os quiero mucho. 

Para Olga.

Arupa
(MADRID)

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