Los Caprichos del Destino
Con gran tristeza y perplejidad contemplaba Indrani los caprichos del destino en nuestras vidas. Inevitablemente, era un pensamiento que, con frecuencia, le rondaba en la cabeza y le hacía recordar su pasado, sus raices, el país donde nació.
Podía decir que ahora tenía todo y mucho más de lo que siempre soñó. A sus padres tan queridos y deseados, una casa cálida y confortable, primos, las vacaciones en el mar.
Sus pocos años, no le impiden ser consciente y sorprenderse cada día ante los acontecimientos del mundo que le rodea. Le inquietan los enormes contrastes existentes entre el entorno de privilegio en el que ahora vive y el mundo que dejó. ¿Cómo olvidar que, mientras ella goza de una vida de cuento, en las calles de Calcuta duermen miles de pobres sobre el asfalto, y que mueren de hambre, sin una queja, en las aceras candentes de sol?.
- Yo quiero tener padres y familia, le decía continuamente a sor Paula.
- No seas impaciente, Indrani, los tendrás en su momento.
En el orfanato, cada entrega en adopción de un niño es sometida a un profundo discernimiento por parte de las Seaurs. Es preciso estudiar, tanto la psicología de los padres, como la del niño. En aquella ocasión, la elegida fue Amita, su mejor amiga. Había llegado el momento de separarse.
Uno de aquellos días, de nervios y emociones contenidas, Amita amaneció con fiebre muy alta y todo daría un giro total.
Sor Paula, le dio la noticia que menos quisiera haber escuchado. Amita había muerto la noche anterior y, ahora, la elección recaía en ella para ser adoptada.
¡Tenía que morir mi mejor amiga, para yo conseguir lo que tanto deseaba!, repetía sin consuelo.
Pasados los años, reconoce con dolor, no haber tenido entonces un comportamiento amable con sus padres, que ponían todo el empeño para que ella pudiera sentirse querida y mimada. Fueron ellos, quienes con inmenso cariño y comprensión, le ayudaron a madurar y, ahora al recordarlo, trata de entender sin rencor los CAPRICHOS DEL DESTINO.
María Eugenia Rodríguez
(MADRID)