Reencuentro con el Maestro

En el reencuentro con el Maestro y la montaña Sagrada vimos también a Eduardo, que conocimos en el primer viaje. No pudimos hablar con él, estaba en periodo de silencio. No hizo falta, la conexión fue intensa.

Seguimos las actividades del Ashram como siempre. Por la mañana la ofrenda de la leche, después el desayuno para todo el mundo que quisiera, a continuación diferentes pujas.

Meditación, silencio, pasear por el Ashram. Visita obligada al cuarto donde está el diván y meditaba el Maestro y, como siempre, rozamos el cielo y sentimos a Ramana en la meditación, en las piedras, donde él se sentaba a meditar.

Fue como siempre: maravillosa. Asistimos a la purificación de un nuevo altar dentro del templo de la Madre. La magia corría por la pequeña estancia, los cantos en Sánscrito, el fuego y la presencia de los familiares más directos de Ramana Maharshi.

Fue un privilegio para nosotros. La visita a la montaña fue maravillosa notamos como, según iniciábamos la subida, el acogimiento de este lugar sagrado, siempre diferente de las otras veces que la visitamos, la energía era muy fuerte, el calor que notábamos no era precisamente del Sol.

La primera parada es la gran piedra donde siempre nos sentamos para ver el gran templo de Tiruvannamalai y, de paso, todo el pueblo. Nos acompañan los monos que viven en la montaña, un gran silencio que se desliza por las piedras, los arboles como si bajara de la cima de Arunachala. Silencio y amplitud en la India que más se puede pedir.

Llegamos al primer Ashram (Skandashram) en el que estuvo el Maestro. No existen palabras para explicar las sensaciones que se podían percibir. Silencio. Paz interior. Como digo, no se puede expresar con palabras. Reverenciamos a la Madre de Ramana en su habitación junto al pequeño Ashram.

Seguimos nuestra andadura, ya bajando a la cueva (Virupaksa), donde todo se desvanece. No existimos una vez dentro la gran roca presidida por el Lingan. Nos sacude hasta que nos deja desnudos y no precisamente de ropa. El Ego desaparece. No somos nada más y nada menos que energía, luz y amor en un sitio de espacio reducido hasta para entrar. Gracias Maestro, es tan pura que pone a cada uno a prueba y no siempre se supera, pues siendo maravillosa puede en otras ocasiones ser muy dura.

Bajamos atravesando las calles del pueblo. El caos de circulación y ruido aparece. Es la India una vez más. Nos abandonamos ante la cueva que está en el templo donde estuvo el Maestro antes de alojarse en Arunachala.

Paseamos hasta el Ashram, quizá veinte minutos, no más, viviendo la India rural, sus gentes sus costumbres y, sobre todo, la sonrisa: la verdadera sonrisa sin tapaderas. Que ojos tan de verdad en los mayores y en los niños. La energía limpia y sincera de sus caras. Aprendamos de esto.

Por fin llegamos al Ashram, remanso de paz, y aprovechamos el tiempo que nos queda, pues algo nos invita a quedarnos largo tiempo. Gracias Ramana.

Gracias Maestro Sergio que nos descubriste a Ramana y Arunchala, como otras miles de cosas.

Gracias. NAMASTÉ.

Arupa
(MADRID)


Ramana Maharsi

Ramana Maharshi